jueves, 25 de febrero de 2016

EL MITO DE LA TABERNA

   “Vicente Pérez Caro era un capataz al que nadie podía ver, pero para mí, era el único capataz claro que había en Sevilla. El sitio donde paraba era el bar El Colmo, en la misma Puerta Osario. Llegaba allí y lo primero que hacía era poner en una pizarra lo que se iba a cobrar cada día de la Semana Santa. No había nada que preguntar. Vicente era ante todo muy claro siempre con sus hombres, y tenía una buena cuadrilla también”. (Santiago Estepa Gómez “El Mejo”, costalero de Sevilla)
   Antiguamente el capataz de cofradías solía verse con su gente en el denominado como cuartel general, el cual en la mayoría de las ocasiones era una taberna que se solía ubicar en un lugar que no cogiera muy a trasmano al personal. La taberna era pues lugar de encuentro para la gente de la cuadrilla durante todo el año. Pasado San Blas se convertían en improvisada oficina de empleo donde el capataz confeccionaba su cuadrilla de cara a la inminente Semana Santa. Allí se realizaba la lista para saber con quién se contaba, y por el contrario descartar a aquellos que habían decidido cortarse la coleta o cambiar de aires. En los cuarteles generales de las cuadrillas de costaleros se vivía otra Semana Santa paralela a la del resto de la ciudad. Los bares y tabernas se convirtieron durante siglos en albaceas de la memoria inmaterial, del mito y la leyenda, de estos verdaderos galeotes de la Semana Santa sevillana. El capataz, la cuadrilla, la taberna, y el feudo se funden en términos complementarios, los cuales, en multitud de ocasiones se hacen casi imposibles de delimitar en este complejo y particular mundo de la gente de abajo.
   En España, pero sobre todo en la mayoría de las poblaciones de nuestra querida Andalucía, los bares y las tabernas son un popular fenómeno social que ha marcado la cultura y las costumbres de numerosas generaciones. Tradicionalmente los bares han sido lugares de encuentro y de reunión informal frecuentados a diario por un público mayoritariamente masculino. En nuestra tierra es habitual que todo barrio o calle principal tengan uno o varios bares que son visitados de forma habitual por muchos de los vecinos. La taberna ha venido desempeñando diversas funciones sociales en la cultura popular urbana como centro de sociabilidad. Tradicionalmente ha ocupado un lugar principal en la convivencia diaria de la cultura del pueblo como centro de contestación pública. Las tabernas además de improvisadas oficinas de empleo se convertían en centros de esa cultura urbana soterrada por la hipócrita sociedad de la época ajena a la realidad del trabajo que estos hombres tuvieron que soportar en innumerables ocasiones, esa misma sociedad criticó con extrema dureza en demasiadas ocasiones el honrado trabajo de estos verdaderos esforzados de la trabajadera.
   Centrándonos un poco en los principales capataces de cofradías durante la denominada “Edad de Oro”, comprendida entre los años cincuenta y sesenta del pasado siglo XX, podemos aportar lo siguiente sobre la cuestión: - Manuel Bejarano Rubio junto a su inseparable Antonio Cebreros, paraba habitualmente en Casa Antonio, establecimiento situado en la trianera calle Rodrigo de Triana. - La familia Ariza solía reunirse con su gente en la taberna de Francisco Reyes en plena calle Castilla, también en el barrio de Triana. Posteriormente tuvieron otros emplazamientos en el mismo barrio como por ejemplo El Rinconcillo. - Vicente Pérez Caro como referíamos anteriormente lo hacía en la taberna del Colmo, que se encontraba en plena Puerta Osario, y después de su cierre se trasladó hasta el Punto que se encontraba en la misma zona anteriormente referida. - Alfonso Borrero Pavón junto a su hermano Jeromo no tenían un lugar fijo, aunque solían parar siempre por la zona de la Moneda y el Arenal. - Rafael Franco Rojas lo hacía en Casa Silva que estaba en la calle Feria en la confluencia con la calle Castillo Lastrucci. - Como contrapunto a todos los capataces anteriores nos encontramos con la figura de Salvador Dorado Vázquez “El penitente”, genio y figura, era el único que no se reunía con su gente en una taberna, lo hacía a las puertas del desaparecido teatro Portela en la actual avenida de Cádiz, frente a los Jardines de Murillo. - Aunque no pertenecen realmente al elenco de los capataces de la denominada anteriormente como “Edad de Oro”, por su trascendencia haremos referencia también a la familia Rechi que solían parar en el bar La Moneda en el arranque de la calle Santander, y a Domingo Rojas y Manuel “El Moreno” que hacían lo propio en Los Tres Reyes, en la calle Reyes Católicos.
   La gente de abajo hizo de los ambientes tabernarios su hábitat natural fuera de la oscuridad de las parihuelas en un momento en el que ni la televisión ni las redes sociales contaminaban las reglas de la convivencia básica de la sociedad. Nos encontramos ante personas que en su mayoría tenían un nivel socioeconómico muy bajo, por lo que las relaciones entre iguales eran fundamentales para el sostenimiento en el tiempo de la cuadrilla como grupo humano. Algunos de estos hombres, desgraciadamente cada vez menos como consecuencia del inexorable paso del tiempo, que dejaron debajo de los pasos sangre, sudor y esfuerzo, viven todavía entre nosotros arrastrando las secuelas de su paso por las trabajaderas con legítimo orgullo, por desgracia muchos otros se han ido quedando por el camino.

                                                                                                              Gonzalo Lozano Rosado

viernes, 19 de febrero de 2016

RAFAEL "EL POETA"

Para ser buen costalero lo que hay que tener es mucho amor”
   Rafael Antonio Díaz Juárez, para el mundo de la gente de abajo Rafael “El poeta”. Nació Rafael en el castizo barrio de la Alameda de Hércules en el año 1922. El apodo le viene de su época de estudiante en el colegio de los Salesianos de la Trinidad, donde incluso intentaron que se metiera a cura. También quiso Rafael ser torero al igual que muchos niños de su época, llegando incluso a coincidir en una novillada sin caballos en la localidad onubense de Hinojos con el padre de “Espartaco”. La afición taurina le jugará una mala pasada en el año 1942, ya que en compañía de unos amigos desparramó nuestro protagonista un vagón de vacas en la Barqueta, por lo que tuvo que alistarse voluntario en la Legión para evadir las responsabilidades penales. Su destino fue el Campo de Gibraltar sirviendo bajo la Primera Bandera legionaria.
   A los 26 años Rafael abandona la Legión regresando a su ciudad natal. Ahora se coloca como oficial de tornero que era su profesión, y prácticamente desde aquellos momentos inicia su vinculación con el mundo de las cuadrillas de costaleros sevillanas. Rafael ingresa en la cuadrilla de Antonio “El francés II” el último año (1948) que este capataz trabaja cofradías, sacando Rafael ese primer año únicamente el paso de misterio de la Hermandad de Montserrat durante el Santo Entierro Magno de aquel año. Siempre será recordada en los anales de los buenos capataces la extraordinaria maniobra del “francés” metiendo al impresionante misterio por la estrechez de la calle de San Eloy para poder alcanzar la iglesia de San Gregorio desde donde se iniciaba el cortejo del Santo Entierro Magno en el que tenía que participar el referido paso de misterio.
   Al año siguiente el “francés” se retira y la cuadrilla y las cofradías habituales quedarán en las manos de su hombre de confianza, Vicente Pérez Caro. Junto a Vicente Rafael “El poeta” alcanzará la categoría de mito con aroma de anisados del “Punto” en el templo costaleril de la Puerta Osario. Además de con los capataces referidos anteriormente, Rafael trabajó a partir de su ruptura con Vicente en el año 1974 con Manuel Adame Torres, Manuel López Díaz conocido por todos como “El Moreno” y Domingo Rojas Puertas. Era Rafael puro nervio debajo del paso, costalero de cintura flamenca de los que moría con la boca animando a su cuadrilla. Pensaba Rafael que un costalero debía de tener como principales cualidades para sacar cofradías, en primer lugar mucho amor para llevar los pasos, y después de eso fuerza y vitalidad, pero sobre todo mucho amor.
   Como consecuencia de los estragos que la industrialización provoca en los años sesenta del pasado siglo XX en la anquilosada estructura laboral de la ciudad, Rafael se queda sin trabajo y tiene que emigrar hasta el minero valle del Rhur en Alemania. Como consecuencia de este exilio necesario Rafael se verá obligado a pasar alguna Semana Santa fuera de Sevilla, sufriendo en soledad la nostalgia de una Semana Santa en la lejanía. Incluso durante la referida etapa llegó a desplazarse desde tierras germanas para poder sacar las cofradías en Semana Santa. Tras su regreso a Sevilla se reincorporó nuevamente a su cuadrilla habitual junto a Vicente Pérez Caro, colocándose además como peón en los camiones de la limpieza municipal.
   Recuerda este bravo costalero que un año la cuadrilla de la Puerta Osario sacó el paso del Nazareno del Silencio con 18 hombres menos. Aunque Rafael solía igualar en la primera de los palios era habitual que en la referida hermandad ante las dificultades que el paso de palio solía presentar los capataces permutaran las cuadrillas. En resumidas cuentas, de los 42 hombres que el paso calzaba aquella madrugada de viernes Santo del año 1962 solamente 24 hombres ocuparon su lugar bajo las trabajaderas. Pero lo que pasó a la historia de las grandes gestas del mundo de la costalería sevillana de la época no terminó nada bien para Rafael. Fruto de la situación vivida y de la facilidad que nuestro protagonista tenía desde pequeño para juntar palabras de forma armónica, una vez recogida la cofradía a nuestro hombre no se le ocurre otra cosa que dirigirse hacia el altar de San Antonio Abad y pronunciar en voz alta “San Antonio Abad bendito que has hecho con mi lomo, esto no es una cofradía parece un barco de plomo”. Cuando los primitivos hermanos escucharon aquello se formó el lio, teniendo Vicente Pérez Caro que abonar la correspondiente multa en la cercana comisaria de Monsalves hasta donde había sido conducido Rafael, detenido por la escolta policial de los pasos de la Hermandad.
   De esta forma tan particular contaba “El poeta” lo sucedido aquella mañana ya de viernes Santo en San Antonio Abab:  
“Noche de la plaza del Duque de 1962 
 Un capataz con solera entrega el corazón, con dieciocho de menos en el paso del Señor 
El Silencio tumba negra, tumba de cera y fervor 
Con dieciocho de menos un capataz igualó. 
Te llamaron a tu paso 
 Por los ayas del dolor, 
de los costaleros que te llevaron con fervor. 
Ay cuadrilla de mi Silencio y 
Virgen de la Concepción 
Con dieciocho de menos 
Un capataz igualó.”
   Rafael Antonio Díaz Juárez para todos Rafael “El Poeta” falleció en la ciudad de Sevilla durante la Cuaresma del año 2006. Rafael se cortó la coleta después de la Semana Santa del año 1979 después de más de treinta años debajo de los pasos, aunque pese a su retirada nunca llegó a perder el contacto con el mundo de la trabajadera ya que durante varios años estuvo a las órdenes del capataz Pepe Andreu como aguador del paso de misterio de la Hermandad de la Carretería.

                                                                                                   Gonzalo Lozano Rosado

miércoles, 17 de febrero de 2016

LOS CABALLOS, AÑO 89

Mucho que señalar, esa levantá a pulso, de costero a costero, agrupación musical.......

 

miércoles, 10 de febrero de 2016

LA CUADRILLA DE LA PUERTA OSARIO

   (A mis amigos de la tertulia cofrade la Parihuela, que este año han tenido a bien entregar su anual galardón a don Manuel Villanueva Granados, hijo de Antonio Villanueva Pérez, anónimo baluarte de la leyenda de la cuadrilla de la Puerta Osario).
   “Tú ahora te fijas, y ves que el palio de Las Cigarreras viene andando como de la Puerta Osario. Así andaban los pasos de El Francés. Y ahí delante viene su sucesor. Lo has visto muchas mañanas por la Casa de la Moneda. Ahora trae el terno negro. Es un hombre alto, garboso en el andar, con el pelo levantado que se resiste al planchado de la brillantina. Tiene rojiza la tez y nerviosas las manos. Jalea a sus hombres. Se acerca al costero y por el respiradero va jaleando a sus hombres. Por eso el paso anda como anda, tan de la Puerta Osario. Te gusta ver esa forma de mandar que tiene Vicente, que lo mismo se acerca allí, al costero del palio, para jalear a sus hombres, que luego se va delante, muy delante, casi junto a los ciriales, para que todos le veamos esa cara de satisfacción que pone cuando ve andar el paso… “ (Antonio Burgos Belinchón)
   Para llegar a la realidad de esta mítica cuadrilla de la Semana Santa de Sevilla de la que tanto hemos oído hablar, se hace necesario remontarnos varias generaciones de capataces en el tiempo hasta llegar a la figura del célebre “Angelillo”. En torno a él podemos afirmar sin temor a equivoco alguno, que comenzó la leyenda costalera de la Puerta Osario. El fue la persona que dotó de feudo y emplazamiento a la cuadrilla, otros, con el paso del tiempo fueron aportaron otras cosas hasta conseguir labrar con letras de oro el nombre de la cuadrilla en los anales de la Semana Santa de Sevilla. Ángel González Delgado, popularmente conocido por “Angelillo”, fue el capataz que allá por la década de los años veinte del pasado siglo XX, popularizo el barrio de la Puerta Osario como cantera de costaleros. De esta forma queda constancia del falso mito de que todos los costaleros procedían del muelle y del barrio de Triana, aunque realmente, la gente del muelle son los que alcanzaron la inmortalidad. El Barrio de la Puerta Osario y otras zonas limítrofes, como las rondas, San Julián, la Puerta Carmona y las huertas cercanas constituyeron un importante vivero de costaleros en su mayoría de oficios distintos a los clásicos del muelle y los mercados, como eran; albañiles, trabajadores del metal, peones no cualificados, hortelanos, etc.
   Fue “Angelillo” un capataz a la antigua usanza, incluso es considerado por algunos como el heredero del mítico Miguel “tarila”. Poseía un estilo tremendamente efectista, con grandes voces y forzados gestos, lo que le llevó a tener un gran seguimiento popular. Las hermandades habituales de “Angelillo” fueron; Dulce Nombre, San Bernardo, Los Negritos o La Mortaja. Al comienzo de la década de los años cuarenta, la cuadrilla será hereda en vida, como consecuencia de la presión ejercida por sus propios costaleros, por su hijo Manuel (“Angelillo II”), mientras que “Angelillo” padre, apura sus últimos días de capataz como auxiliar de la cuadrilla Rafael Ariza Aguirre, capataz independiente ya de Rafael Franco Luque, en una especie de destierro forzado por las circunstancias. Manuel mantiene la esencia de la cuadrilla, incluso llegaría a ser capataz de la Macarena, pero los problemas de salud hicieron que la carrera de este capataz se truncara de manera prematura al comienzo de los años cincuenta. De esta forma la cuadrilla será heredada por José Bastejón y Pape Cruz, que serán los responsables de cara al futuro de la misma.
   Rafael Franco Luque, el capataz que revolucionó el mundo de capataces y costaleros al comienzo de siglo XX, animó a su amigo y compadre Agustín Miró, su primer capataz ayudante, a independizarse y a formar cuadrilla propia pasada la Semana Santa del año 1914, aprovechando para ello el vacío que en el mundo de las cuadrillas había dejado el fallecimiento de Antonio Torres Macías “juanillo fatiga”. La Hermandad de Montserrat fue su primer contrato en la Semana Santa del año siguiente (1915). Para la formación de la nueva cuadrilla, Rafael Franco le procuró personal de su confianza, y además Agustín Miró se llevó a uno de las contraguías más experimentado de la cuadrilla de Rafael Franco como era Antonio Francés que ahora ascenderá a capataz ayudante, o lo que era igual capataz de los pasos de Cristo. Con una buena cuadrilla, afición y competencia Agustín Miró se consolida como capataz en pocos años, reuniendo varias cofradías, pero la que pudo ser una larga y fructífera trayectoria, se quiebra de repente al morir siendo todavía muy joven (1918). Esta nefasta circunstancia permite a Antonio Francés hacerse cargo de la cuadrilla, ascendiendo por lo tanto a la categoría de capataz titular de cofradías.
   Antonio Francés, ya para entonces, la Sevilla de la época, tan dada a motejar a los personajes populares, había convertido su apellido en sobrenombre, por lo que será conocido como el “Francés”. En estas circunstancias pasará a la primera línea de los capataces de Sevilla, El “Francés” consolidó a la cuadrilla llegando a sacar cofradías prácticamente todos los días: San Roque; El Museo; San Benito, Buen Fin, Las Cigarreras; Los Gitanos, Gran Poder, etc. Durante la segunda mitad de la década de los años treinta, el hijo del “Francés” se hará con los mandos de la cuadrilla hasta que tras la Semana Santa del año 1947 se retira, pasando la cuadrilla a manos de Vicente Pérez Caro, que era su hombre de confianza en aquellos momentos. Tras unos años de andadura en los que Vicente continua trabajando la mayoría de las cofradías heredadas de su maestro llegamos a la fecha clave, la Semana Santa del año 1952.
   José Bastejón y Pepe Cruz deciden unir su cuadrilla a la de Vicente Pérez Caro. Vicente Pérez Caro y su hombre de confianza, Antonio Villanueva Pérez se sitúan en un corto margen de tiempo a la cabeza de la cuadrilla, desapareciendo del panorama, al poco tiempo, los dos capataces referidos anteriormente. Desde este momento podemos comenzar a hablar de un modo oficial, de la mítica cuadrilla de la Puerta Osario. Protagonista de páginas de oro en el mundo de la gente de abajo, cuando en Sevilla las cofradías la sacaban cuadrillas asalariadas. Se me antoja necesario referir en este momento que al final de los años cincuenta Pepe Cruz y Antonio Villanueva emprendieron una aventura en solitario llegando a sacar cofradías de forma independiente como Santa Genoveva en su primera estación de penitencia (1958) o las Cigarreras, pero al poco tiempo Antonio regreso al lado de Vicente asumiendo nuevamente el mando en los pasos de misterio.
   Vicente nació en el año 1912 en la collación de San Román. Durante toda su vida Vicente trabajó en la fábrica de tabacos de Sevilla. Se casó dos veces a lo largo de su vida, enviudando en ambas ocasiones. Comenzó su andadura en las cofradías con la cuadrilla de Antonio “el francés”, de la que fue listero, luego contraguía, hasta que finalmente se hizo cargo de la cuadrilla como capataz en la Semana Santa del año 1948, siendo la Hermandad de la Paz la primera que sacó en Semana Santa como capataz titular de cofradías en la Semana Santa de Sevilla. Tenía Vicente fama de ser un hombre muy franco con su gente. Era habitual que llegado los días previos a la Semana Santa, allá en el bar el “Colmo”, que estaba situado en plena Puerta Osario, donde la cuadrilla tenía el cuartel general, Vicente colocara una pizarra donde reseñaba lo que cada hombre iba a ganar cada día sacando cofradías durante la Semana Santa. Posteriormente cuando el “Colmo” cerró sus puertas, será el” Punto” el lugar elegido para continuar la tradición. Vicente Pérez Caro Falleció en la ciudad de Sevilla el día 22 de febrero del año 1989, como consecuencia de una neumonía.
   Por lo tanto la cuadrilla de la Puerta Osario como tal debemos de entenderla a partir del “francés”. Vicente Pérez Caro junto con Antonio Villanueva Pérez como auxiliar vivieron ambos la época dorada del mundo de los capataces y costaleros de los años “50” y “60”, siendo pilares básicos en el grupo de los 6 que mandaban prácticamente toda la Semana Santa de Sevilla. Treinta años estuvo Antonio Villanueva con Vicente prácticamente toda su vida profesional delante de los pasos con la cuadrilla de la Puerta Osario, donde se creó una gran cantera de costaleros que surgieron para no solo su cuadrilla, sino que se extrapolaron a otras cuadrillas profesionales de Sevilla, entre ellos podemos destacar nombres propios como Rafael “el poeta”, “el lechuga”, Ochoa, Gonzalo “el Pingüino”, y tantos otros más que sería imposible exponer aquí sus nombres.
   Anteriormente hemos hecho referencia a la pizarra que sobre un velador del “Colmo” colocaba llegada la Cuaresma Vicente, informando de la corría y del precio que cada cofradía tenía por trabajarla. Vicente era un hombre de un carácter complicado, como le ocurría a muchos de los capataces de la época, pero tenía una gran y comentada virtud, era muy claro con los costaleros, lo que ponía en la pizarra era lo que cobraban, cosa que no ocurría siempre en las otras cuadrillas de la ciudad. Una corría tipo de la cuadrilla podría ser: La Paz, Beso de Judas, San Benito, Buen Fin, Cigarreras, Gitanos, Soledad de San Buenaventura, por ejemplo. También saco la cuadrilla de la Puerta Osario las hermandades de Jesús Despojado cuando salía el Sábado Santo y la recién organizada entonces, Hermandad de la Resurrección, además de otras muchas como San Esteban, Silencio, etc. Mucho se ha hablado, y mucho se ha contado de la manera que Vicente tenía de llevar los palios. Sobre todo del regreso del palio del Rocío, con chicotas cortas, y cintura, mucha cintura.
   Al comienzo de la década de los años setenta la cuadrilla entra en depresión por varias circunstancias. Lo primero que la cuadrilla necesitaba regenerarse en un momento en el que los costaleros tradicionales comenzaban a escasear, circunstancia común para todas las cuadrillas de la época. En segundo lugar, circunstancia que fue determinante bajo mi punto de vista, la separación tras la Semana Santa del año 1974 después de un incidente en la Hermandad del Buen Fin, de Vicente y Antonio. Y finalmente hay que referir la irrupción en el panorama de las cofradías sevillanas de la juventud, personalizada en la cuadrillas de jóvenes aficionados. Durante los años setenta la cuadrilla fue languideciendo perdiendo paulatinamente cofradías, hasta que en el año 1977 trabajó u última Semana Santa, aunque para esa fecha los principales responsables eran ya el hijo de Vicente y Carmelo Serrano.
                                                                                                                        Gonzalo Lozano Rosado

viernes, 5 de febrero de 2016

REGLAMENTOS

   Dijo alguien una vez “el costalero lo es hasta el día en que se muera”….una frase muy taurina que alguno ha adoptado al pie de la letra y que lo lleva a prolongar su vida costaleril casi hasta empalmarla con la de jubilación laboral. No seré yo quien le diga a nadie hasta donde puede aguantar su cuerpo el esfuerzo físico que requiere meterse debajo de un paso y CUMPLIR debajo del mismo, porque está muy claro que hay casos y casos, hay hombres que pasan del medio siglo y que corren maratones y jóvenes que el mayor esfuerzo físico que hacen a diario es el de mover un ratón y teclear. De lo que hoy hablo es de mucho más allá de si hay gente capacitada con ciertas edades para cumplir bajo un paso, que está claro que sí, yo hablo de la conciencia que debe tener el costalero de cuando llega su momento de echarse a un lado y dejar paso a otro, independientemente del físico, y es que hay ciertas hermandades que desgraciadamente están tomando esa decisión por el propio costalero y por el que en última instancia debería de tomarla, el capataz. Se ha criticado muchísimo este tipo de decisiones y con gran polémica, ya que en hermandades como la Esperanza de Triana ha afectado a reconocidos costaleros de muchos años en nuestra Semana mayor, principalmente en el sentido de que la junta de gobierno no debe intervenir en la labor del capataz, pero ahora yo lanzo una pregunta que en los debates que ha habido sobre este tema creo no haber escuchado, ¿es normal que alguien se lleve veinte años para entrar de costalero en un paso?

    Me respondo a mí mismo, no. Es pura lógica, si en una cuadrilla no hay bajas, es imposible que entre gente, con lo cual hay un tapón que no permite que la cuadrilla se renueve generacionalmente y que otros hermanos (cuadrilla de hermanos, repito, guste o no) tengan el mismo derecho a sacar su imagen, siempre que valgan, claro está. No puede ser que haya gente que lleve años, años y años debajo y gente que lleve años, años y años viendo como se les pasa el arroz y ni siquiera han tocado palo en su cofradía, por tanto veo bien que la hermandad establezca un criterio para poner orden en esto. Si se hubiera hecho un ejercicio de empatía por parte de los costaleros no sería necesario llegar a este punto, porque pienso que alguien que lleva veinte o veinticinco años disfrutando debajo de su imagen ya lo ha hecho suficientes años y debería de hacer un último esfuerzo de generosidad y dejarle su hueco a otro. Aquí se puede leer la normativa de la Esperanza de Triana para sus costaleros, esta claro que estas reglas son posibles y tienen lógica en una hermandad con diez mil hermanos y en donde cada año van doscientos hombres a la igualá queriendo entrar en la cuadrilla, solo hablo del Señor ojo, y queramos o no repito, la situación actual es así y si el costalero primero y el capataz en segundo lugar no saben cuando llega el momento de decir adiós, será la hermandad la que lo haga.

    Lo malo de estas novedosas normativas es que como en todo en la vida, se pone de moda y ya cada hermandad quiere tener su normativa de costaleros, aunque en la igualá se presenten cinco y aunque la media de edad sea de equipo filial y claro vienen las metidas de pata. Hablo del reglamento que la hermandad del Carmen Doloroso ha aprobado para sus cuadrillas, que se pueden leer aquí y en donde llama poderosamente la atención el requisito de ser menor de 35 años para acudir a la igualá a pedir sitio…. No coment. En fin, que la nueva moda de la reglamentación costalera puede tener sentido dependiendo del contexto, así que es cuestión de valorarlas de manera individual y no meterlas en el mismo saco, pero lo ideal es que el costalero lo sea para cumplir debajo del paso y lo sea para saber cuando llega su momento, “hay que saber ser costalero para lo bonito y para lo feo” esa frase es mía y la podríamos adoptar todos….

martes, 2 de febrero de 2016

LA HUELGA DE COSTALEROS DE 1901

   Vivimos en una tierra en la que con demasiada frecuencia tendemos a confundir el mito con la realidad de las cosas. Resulta más que evidente que a la hora de acometer una investigación seria, es manifiestamente necesario comprobar previamente la veracidad de la información recabada, sobre todo cuando la principal fuente documental es la controvertida y cuestionada tradición oral. El costalero en su consideración histórica nace en la ciudad de Sevilla como una actividad marginal de gente dedicada a la carga que en la ocasión festiva que significaba la Semana Santa, eran contratados para portar los pasos de las hermandades y cofradías. Estibadores del muelle, areneros del río, cargadores de los mercados de abastecimientos, tejareros, etc., eran ocupaciones según el concepto del sociólogo y economista alemán Max Weber, de gente “negativamente” privilegiada, que como tales, estaban sujetas a la categoría de oficio, libre mercado, dependencia económica y salario.
   Los costaleros antiguos, en ocasiones habían planteado dificultades a las hermandades y cofradías sevillanas, no sólo dejando de acudir para sacar los pasos, sino pidiendo más emolumentos, que en el caso de no ser concedidos se convertían en una amenaza inmediata de convocatoria de huelga con el consiguiente descalabro que ello podía suponer para mucha gente. Pero nada de lo ocurrido con anterioridad puede ser comparable con lo sucedido en el año 1901. Llegado los día previos a la Semana Santa se produjo lo que al parecer, porque no se conoce otra anterior, fue la primera huelga, ocasionada por los enfrentamientos de los costaleros con las hermandades y capataces de Sevilla. Aunque como veremos a continuación, la génesis del conflicto no se activa en el seno de las cuadrillas, sino que más bien es una reacción en cadena que se propaga por los diferentes gremios de la ciudad hasta llegar también al de los costaleros.
   A comienzo del pasado siglo XX España se encontraba sumida en una profunda crisis económica y social, el panorama nacional estaba caracterizado por el fracaso de la Restauración borbónica, a lo cual habrá que añadir el lastre de la pérdida de las últimas colonias de ultramar en el año 1898. La Andalucía de comienzos del siglo sigue siendo una región gobernada por caciques y “señoritos”, que basaban su poder y riqueza en la acumulación de tierras y en la explotación de sus trabajadores. En otras palabras, eran señores feudales contemporáneos que habían cambiado sus tradicionales castillos por cortijos en pleno siglo XX. Con respecto al ámbito local, nos encontramos con una ciudad anticuada, anquilosada estructuralmente que además se encontraba saturada de población desempleada como consecuencia del éxodo rural que en aquellos momentos se estaba produciendo. Además fue una época de sequias y epidemias, por lo que la situación era tremendamente complicada a todos los niveles.
   Aquel año de 1901 las cosas comenzaron revueltas desde un primer momento en el mundo de las hermandades y cofradías de Sevilla. Durante la Cuaresma se originó una de las habituales polémicas entre las hermandades de la época. El motivo de discusión no era otro diferente del actual, la economía de las hermandades. En concreto se trataba de la eterna discusión acerca de la cuantía de la subvención que las hermandades habían de percibir por parte del Ayuntamiento, que era la entidad que entonces gestionaba los palcos y sillas de la carrera oficial. Finalmente el día 22 de febrero llegó la propuesta de subvención del Ayuntamiento cuya cantidad total ascendía a 16.500 pesetas. El montante a conceder por cada hermandad dependía de una serie de criterios más o menos objetivos como el número de pasos, bandas de música, tiempo de permanencia en la calle, día de salida, etc. A modo de referencia detallamos algunas de las subvenciones que se repartieron aquel año: Hermandad de la Estrella (600 ptas), Hermandad de las Aguas (275 ptas), Hermandad del Cristo de Burgos (400 ptas), Hermandad de la Macarena (750 ptas). Las hermandades del Gran Poder y Silencio, como en otras ocasiones, renunciaban a percibir cantidad alguna, por considerar que con los recursos autogenerados por las propias hermandades les era suficiente para afrontar los gastos de la salida además de reivindicar una vieja autonomía respecto de cualquier poder público establecido.
   En el mes de enero del año 1901 los trabajadores de la imprenta del diario sevillano El Liberal iniciaron una huelga la cual se extendió a los demás gremios de la ciudad, costaleros incluidos. Esta circunstancia estuvo a punto de dejar sin procesiones aquel año a la ciudad de Sevilla. Lógicamente el inicio de todo hay que entenderlo en el ambiente enrarecido que a todos los niveles estaba viviendo la ciudad de Sevilla en esos momentos al comienzo del siglo XX. Las cuadrillas de costaleros se agruparon y plantearon una serie de reivindicaciones a las cofradías que habían de contratar sus servicios, basadas en mejoras salariales y de otra índole, ante los atropellos que venían sufriendo por parte de las mismas. Los capataces y costaleros de Sevilla celebraron una asamblea el día 29 de marzo, viernes de Dolores, en la Universidad, que entonces estaba en la calle Laraña, a la que asistieron más de cuatrocientos costaleros y capataces. Lo que allí se discutió, que supuestamente era lo que se le demandaba a las hermandades, quedó recogido en un pliego que contaba con once puntos. El único capataz de primera línea que verdaderamente tomó partido y se implicó con los costaleros fue Antonio Torres Macías, popularmente conocido por “Juanillo fatiga” en el mundillo de la gente de abajo. La no implicación de los capataces era algo bastante lógico ya que estos solían explotar habitualmente igual que las hermandades a los costaleros, a los que trataban de forma vejatoria y despectiva llegando en ocasiones al maltrato físico. Por lo que era normal que no apoyasen las reivindicaciones de los costaleros frente a las hermandades.
   El pliego con las condiciones que presentaron los costaleros en asamblea a las hermandades 
- Tarifa de 5 pesetas por cada hombre para una estación de penitencia normal de 4 horas.
- 1 peseta adicional a cada hombre por cada hora o fracción que pasase de las 4 horas estipuladas anteriormente. 
- Exigencia de que el mayordomo, o en su defecto un representante de la hermandad, avalase a esta, firmando a título personal. 
- El mayordomo será la persona encargada de pasar revista a la cuadrilla por pate de la hermandad. 
- El mayordomo de la hermandad será el encargado de despedir a aquellos costaleros que se encuentren embriagados antes y durante la estación de penitencia. 
- En el caso de que el mayordomo no lo realizara lo anteriormente estipulado, en su defecto el capataz no se compromete a hacerlo. 
- En caso de aplazarse la salida, suponiendo la retención de los costaleros por más de una hora, deberá abonársele a cada hombre la cantidad de 2´50 pesetas. 
- Los capataces deberán pasar lista varias veces, antes (en el sindicato de los albañiles) y durante el recorrido, para evitar desbandadas y que el paso valla con gente de menos. 
- Sobre el ritmo de las “chicotas”, estas no podrán ser tan aceleradas que lastimen los músculos de los costaleros. 
 - En los pasos que pesen excesivamente (Cena, Tres Necesidades, Exaltación, etc.) se contratará un tercio más del personal necesario, para reponer en su caso a los más exhaustos. 
- En condiciones normales, se contratará a cinco hombres por trabajadera.
   Después de la asamblea celebrada el viernes de Dolores, el sábado de Pasión estaba el conflicto sin resolver al no haberse llegado a ningún acuerdo, aún en la misma mañana del domingo de Ramos, el que salieran las cofradías estaba por ver. Ese mismo sábado por la tarde, una comisión de costaleros visitó a las hermandades del domingo de Ramos preguntando si aceptaban las condiciones planteadas, y ante la respuesta de que hasta las 22:00 h. no les darían una contestación por estar reunidos los mayordomos, los costaleros dijeron que se retiraban al Centro (Sindicato de Albañiles, situado en la calle Universidad nº2) y que allí esperarían noticias. De todas formas el domingo estarían todos los costaleros disponibles desde las 10:00 h. hasta las 12:00 h. para sacar las cofradías. A pesar de la intransigencia inicial de los costaleros, finalmente se decidieron a sacar los pasos, por lo que las cofradías aparecieron finalmente en la calle. Pero la huelga había dado sus frutos, pues de los 12 reales que se venían pagando se pasaron a los 20 reales (2 pesetas) como mínimo, con la añadidura de un cuartillo de vino. Este fue el trato que permitió que las cofradías pudiesen realizar sus desfiles procesionales aquel año.
   Los años que siguieron a éste fueron conflictivos para el mundo de los costaleros en general, planteándose frecuentes reivindicaciones en materias salariales con los representantes de las cofradías. El mecanismo de presión más significativo consistía en exigir mejoras salariales el mismo día de la salida, poco antes de la hora prevista, o incluso con los pasos ya en la calle, amenazando con abandonar las trabajaderas. Esta última dio lugar a situaciones esperpénticas en más de una ocasión. Prácticamente hasta la desaparición del modelo de carga encarnado por los costaleros asalariados, las cuadrillas protagonizaron situaciones complicadas en su elación con las hermandades, recordados en el orbe cofrade son los incidentes de los Panaderos en el Santo Entierro Magno del año 1965, así como el episodio de la Soledad de San Buenaventura el viernes Santo del año 1972.




Gonzalo Lozano Rosado.