lunes, 14 de marzo de 2016
miércoles, 9 de marzo de 2016
lunes, 7 de marzo de 2016
jueves, 3 de marzo de 2016
martes, 1 de marzo de 2016
lunes, 29 de febrero de 2016
domingo, 28 de febrero de 2016
jueves, 25 de febrero de 2016
EL MITO DE LA TABERNA
“Vicente
Pérez Caro era un capataz al que nadie podía ver, pero para mí,
era el único capataz claro que había en Sevilla. El sitio donde
paraba era el bar El Colmo, en la misma Puerta Osario. Llegaba allí
y lo primero que hacía era poner en una pizarra lo que se iba a
cobrar cada día de la Semana Santa. No había nada que preguntar.
Vicente era ante todo muy claro siempre con sus hombres, y tenía una
buena cuadrilla también”.
(Santiago
Estepa Gómez “El Mejo”, costalero de Sevilla)
Antiguamente
el capataz de cofradías solía verse con su gente en el denominado
como cuartel general, el cual en la mayoría de las ocasiones era una
taberna que se solía ubicar en un lugar que no cogiera muy a
trasmano al personal. La taberna era pues lugar de encuentro para la
gente de la cuadrilla durante todo el año. Pasado San Blas se
convertían en improvisada oficina de empleo donde el capataz
confeccionaba su cuadrilla de cara a la inminente Semana Santa. Allí
se realizaba la lista para saber con quién se contaba, y por el
contrario descartar a aquellos que habían decidido cortarse la
coleta o cambiar de aires. En los cuarteles generales de las
cuadrillas de costaleros se vivía otra Semana Santa paralela a la
del resto de la ciudad. Los bares y tabernas se convirtieron durante
siglos en albaceas de la memoria inmaterial, del mito y la leyenda,
de estos verdaderos galeotes de la Semana Santa sevillana. El
capataz, la cuadrilla, la taberna, y el feudo se funden en términos
complementarios, los cuales, en multitud de ocasiones se hacen casi
imposibles de delimitar en este complejo y particular mundo de la
gente de abajo.
En
España, pero sobre todo en la mayoría de las poblaciones de nuestra
querida Andalucía, los bares y las tabernas son un popular fenómeno
social que ha marcado la cultura y las costumbres de numerosas
generaciones. Tradicionalmente los bares han sido lugares de
encuentro y de reunión informal frecuentados a diario por un público
mayoritariamente masculino. En nuestra tierra es habitual que todo
barrio o calle principal tengan uno o varios bares que son visitados
de forma habitual por muchos de los vecinos. La taberna ha venido
desempeñando diversas funciones sociales en la cultura popular
urbana como centro de sociabilidad. Tradicionalmente ha ocupado un
lugar principal en la convivencia diaria de la cultura del pueblo
como centro de contestación pública. Las tabernas además de
improvisadas oficinas de empleo se convertían en centros de esa
cultura urbana soterrada por la hipócrita sociedad de la época
ajena a la realidad del trabajo que estos hombres tuvieron que
soportar en innumerables ocasiones, esa misma sociedad criticó con
extrema dureza en demasiadas ocasiones el honrado trabajo de estos
verdaderos esforzados de la trabajadera.
Centrándonos
un poco en los principales capataces de cofradías durante la
denominada “Edad de Oro”, comprendida entre los años cincuenta y
sesenta del pasado siglo XX, podemos aportar lo siguiente sobre la
cuestión:
- Manuel Bejarano Rubio junto a su inseparable
Antonio Cebreros, paraba habitualmente en Casa
Antonio,
establecimiento situado en la trianera calle Rodrigo de Triana.
- La familia Ariza solía
reunirse con su gente en la taberna de Francisco Reyes en plena calle
Castilla, también en el barrio de Triana. Posteriormente tuvieron
otros emplazamientos en el mismo barrio como por ejemplo El
Rinconcillo.
- Vicente Pérez Caro como referíamos
anteriormente lo hacía en la taberna del Colmo,
que se encontraba en plena Puerta Osario, y después de su cierre se
trasladó hasta el Punto
que se encontraba en la misma zona anteriormente referida.
- Alfonso Borrero Pavón junto
a su hermano Jeromo no tenían un lugar fijo, aunque solían parar
siempre por la zona de la Moneda y el Arenal.
- Rafael Franco Rojas lo hacía en Casa
Silva que estaba en la
calle Feria en la confluencia con la calle Castillo Lastrucci.
-
Como contrapunto a todos los capataces anteriores nos encontramos con
la figura de Salvador Dorado Vázquez “El penitente”, genio y
figura, era el único que no se reunía con su gente en una taberna,
lo hacía a las puertas del desaparecido teatro Portela en la actual
avenida de Cádiz, frente a los Jardines de Murillo.
- Aunque no pertenecen realmente
al elenco de los capataces de la denominada anteriormente como “Edad
de Oro”, por su trascendencia haremos referencia también a la
familia Rechi que solían parar en el bar La
Moneda en el arranque
de la calle Santander, y a Domingo Rojas y Manuel “El Moreno” que
hacían lo propio en Los
Tres Reyes, en la
calle Reyes Católicos.
La
gente de abajo hizo de los ambientes tabernarios su hábitat natural
fuera de la oscuridad de las parihuelas en un momento en el que ni la
televisión ni las redes sociales contaminaban las reglas de la
convivencia básica de la sociedad. Nos encontramos ante personas que
en su mayoría tenían un nivel socioeconómico muy bajo, por lo que
las relaciones entre iguales eran fundamentales para el sostenimiento
en el tiempo de la cuadrilla como grupo humano. Algunos de estos
hombres, desgraciadamente cada vez menos como consecuencia del
inexorable paso del tiempo, que dejaron debajo de los pasos sangre,
sudor y esfuerzo, viven todavía entre nosotros arrastrando las
secuelas de su paso por las trabajaderas con legítimo orgullo, por
desgracia muchos otros se han ido quedando por el camino.
Gonzalo Lozano Rosado
miércoles, 24 de febrero de 2016
martes, 23 de febrero de 2016
Suscribirse a:
Entradas (Atom)